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El Metropolitano le pita al Atlético de Madrid. Al comandante Simeone y al capitán Resurrección. Dicho así queda un titular cojonudo. Pero no es ni de lejos lo que está ocurriendo. Es evidente que en la velada Champions ante el club de la aspirina se escucharon silbidos. Tan cierto como que fueron aislados, minoritarios y en un contexto muy concreto.

En general, la hinchada del Atleti respalda al Cholo. De hecho “respaldar” sea posiblemente un término demasiado suave para definir ese apoyo habitualmente incondicional. En Argentina dirían “bancar”. Y aquí podría valer “estar a muerte”. Seguro que podríamos encontrar alguna excepción, pero la inmensa mayoría de parroquianos colchoneros desean que Simeone sea el entrenador de su equipo. Y vamos más allá: esa inmensa mayoría está encantada de que Koke sea el tipo que luzca el brazalete de capitán del Club Atlético de Madrid.

¿Qué ocurre entonces? Que la afición pide más. Que se aburre. Que no le agrada que este Atleti sea incapaz de gobernar los partidos contra rivales inferiores, y que como sucedió frente al Bayer Leverkusen, apenas se le exija al equipo contrario. No son pitos al proyecto. No quieren un cambio. Simplemente expresan su disconformidad con el rendimiento de su equipo, el cual piensan que puede y debe ofrecer más, tanto en fondo como en forma. Tienen razón, pero en mi opinión silbar en un acontecimiento deportivo está profundamente sobrevalorado.

En esta historia, todos aglutinan una porción de error. Los que pitaron porque fueron a hacerlo hacia el tío que recorre más kilómetros y suda con más sentimiento la casaca rojiblanca. ¿Que no está a su nivel óptimo? Sin duda. Pero soy de los que piensan que jamás se le ha de censurar a un futbolista que exhibe una actitud irreprochable, y más si ese tipo lleva desde los seis años vistiendo la camiseta de rayas. Aunque la realidad es que pitaron a Resurrección en el cambio, pero estoy convencido que lo hubieran hecho con cualquier otro jugador en ese mismo escenario.

También se equivoca Simeone, siempre atrincherado en el “no consuman” cuando recibe críticas. No le gustan, no las encaja, no las tolera. Y tampoco explica dónde sitúa la diana de las frases que suelta en el auditorio del Metropolitano, como esa reciente del trabajo y los culpables. Es perfectamente compatible afirmar que Simeone es el entrenador que ha cambiado la historia, que es leyenda viva del Atleti, con defender que en ocasiones su abrazo de oso al estilo innegociable le hace minimizar el potencial de algunos de sus actores, léase por ejemplo el artista portugués Joao Félix.

Los hinchas del Atleti no están cansados del Cholo. Pero ni de lejos. Se van a cumplir ocho años desde su advenimiento y desearían que estuviera por lo menos ocho más. El Atleti ha pasado de caer estrepitosamente contra un Segunda B en Copa (Albacete) a pelear con los mejores de Europa. Simeone lo cambió todo de arriba abajo, aunque en la etapa más reciente le está costando acercarse a los títulos. Este año es muy complicado, puesto que se ha activado la reconstrucción. La salida de piezas netamente cholistas como Juanfran, Filipe, Griezmann o Godín marcan un punto de inflexión en el proyecto deportivo. El Atleti necesita tiempo y también la brillantez en la gestión de su comandante. Su desafío es recuperar una versión adecuada de algunos jugadores, el caso más palmario es el del lagarto Diego Costa. Esperemos acontecimientos pues.

Nos sabemos cómo terminará esta temporada. Pero sí os puedo avanzar una primicia desde aquí. Este sábado, en el clásico frente al Athletic, estoy convencido de que en uno o varios momentos del partido, los aficionados que acudan a Canillejas se van a romper las manos de aplaudir a dos hombres: Simeone y Koke. Tiempo al tiempo.

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