INTERNACIONAL 2-1 MELILLA | Supino Inter

nos contaba Marcos Jiménez en la previa que el Ibiza es uno de los mejores equipos de la categoría, sí categoría. Si esto se lo contamos al descanso olerían el café por si tuviera líquidos que no fueran agua y leche. Al final del partido dejó impronta de equipo con hechuras, hecho a base de “duros, muchos duros” o euros si lo prefieren. Un grupo que busca, como poco promoción y que se fue de Boadilla con la “oreja mojada” por el buen hacer de los interistas. Cierto que los locales aprovecharon la estrategia para sus goles; no menos cierto que dejaron a los ibicencos casi sin crear una ocasión durante casi 50 minutos.

El partido arrancó con precaución visitante que parecía confiado de su potencial y precavido de la capacidad de los interistas en Boadilla. Enfrente un Inter que salió como si el duelo durara cinco minutos. Presión tras pérdida para recuperar la pelota con el objetivo de tenerla para generar y para alejar a los ibicencos de Felipe. Al plan le puso pronto una guinda Moyano agarrando a bote pronto un balón perdido en el área tras falta botada por Herrero. La estrategia le sonreía al Inter que quiso aprovechar el rebufo del gol para poner más tierra por medio.

Porque el Ibiza sin llegar a descomponerse perdió el hilo. Dudó entre la obligación de un grande de ir a por el empate o de serenarse para no cometer errores. Esa controversia sentó bien a los locales que se permitieron el lujo de dominar en muchas fases, sin crear demasiadas ocasiones pero sin sufrir ni un poquito. Y avisando a la mínima como hizo Rubén, o Simón o Siaj que a la segunda que tuvo puso distancia por medio antes del descanso. No llegó a repaso porque el rival supo sostenerse aunque el 2-0 dejaba claro lo que fue la primera mitad.

Claro que los grandes equipos no suelen repetir errores. Los ibicencos supieron corregir en el descanso para hacerse con el mando del encuentro. A la primera clara que tuvieron recortaron distancias. Y entendieron cual era el partido. Piano, piano fueron haciéndose con el mando del encuentro y llevando al Inter cada vez más cerca de Felipe. Sobre todo cuando el colegiado (poco afortunado en la mañana) expulsó a Moyano por dos amarillas muy justitas ambas. Ahí tuvieron que aplicarse atrás los interistas, sufrir para no verse superados, agarrarse al partido como si no hubiera mañana. Y encomendarse a las manos de Felipe que lleva dos semanas insuperables.